Hace un tiempo, sentado en una banquita en Coyoacán, en el jardín Centenario, con cigarro en mano y francamente viboreando gente, me percaté que en la banca de mi lado derecho, alguien leía en voz alta. Era una mujer en sus veintitantos; le pregunté qué leía que merecía leerse en voz alta. No recibí más respuesta que el libro mismo, que me era ofrecido en su mano izquierda, para que le diera un vistazo y un "leélo en voz alta". Después de un par de páginas, su comentario fué un "Que bien lees..." De ahí se desprendió una plática que me llevó a saber que es Uruguasha y que su nombre es Nomeacuerdo... Sin embargo, la plática derivó en sitios para visitar aquí y allá y me dijo que echaba de menos su país, pero que estaba contenta de estar acá. Yo le dije que es feo y deprimente echar de menos, a lo que ella me contestó "Es igual de malo echar de más..." Siguió la tertulia enfocándonos en el extraño término "echar de más"... La costumbre, la monotonía, el siempre lo mismo...
Hoy recordé ése episodio... E inefablemente te echo de menos... Eres una de las partes más importantes de mi vida y como importantes, sabes que atesoro pocas...
Pero la culpa es tuya... Por tu culpa, por tu culpa, por tu gran culpa... Por tu culpa no puedo dejar de escribir tu nombre en todas partes... Por tu culpa no puedo dejar de estar al pendiente del celu -y hago drama si el maldito falla-, por si mensajeas o llamas... Por tu culpa volteo un cigarro en la cajetilla y lo fumo al último... Por tu culpa veo fotografías todo el tiempo... Por tu culpa escucho más música de la que suelo escuchar... Por tu culpa me informo sobre la temperatura, para saber si no tienes frío... (también sabes que yo pocas veces tengo) Por tu culpa compré lápices de vuelta... Por tu culpa te extraño... Por tu culpa escribo cosas como éstas...
O será por la mía...
"Me echo de menos a mí mismo... Y te echo de menos a ti, todo el tiempo"
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